Queridos lectores, hoy vamos a hablar de una de mis pasiones la Filosofía del Lenguaje y más concretamente de un autor que hasta hace unos meses detestaba, pero que por diversas circunstancias -y un profesor genial, apellidado Chamizo- se ha convertido en uno de mis favoritos, se trata de Ludwig Josef Johann Wittgenstein. El objeto de éste mini-articulo es demostrarle a
Agatarco -te dedico el post, jejeje- que el Tractatus de Wittgenstein puede ser muy, muy interesante, si te lo explican bien y levemente, y especialmente si se escucha con un Strauss decadente, un Mahler -gran amigo de Witt- o quizás con Elgar.
Lo primero que tenemos que saber de Wittgenstein es que se enmarca en un ambiente totalmente finisecular, la caída del imperio austrohúngaro. Y en aquella época si tenías dinero, pues ya está, podías dedicarte a filosofar como Witt. Lo publicó como un artículo en 1921 en Anales de la filosofía natural, porque nadie quería hacerlo. Como libro sería primero publicado al inglés por instancia de Bertrand Russell. Para leerlo en español os recomiendo las traducciones de Valdés Villanueva (Tecnos) o Jacobo Muñoz e Isidoro Reguera (Alianza).
En el Tractatus, Wittgenstein comienza diciéndonos que "el mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas" (§ 1.1). También sostiene que "el hecho, es el darse efectivo de estados de cosas" (§ 2), mientras que dicho estado de cosas "es una conexión de objetos" (§ 2.01). En consecuencia, el mundo será la totalidad del darse efectivo de conexiones entre objetos. Esto es así porque la lógica sería la que determina la estructura del lenguaje, y en virtud del principio de isomorfía entre el lenguaje y la realidad, la lógica expresaría también la propia estructura de la realidad. De acuerdo con la enumeración hecha, el Tractatus va a comenzar tratando de la estructura del mundo, va a continuar desarrollando la teoría de la proposición o teoría del lenguaje, y va a terminar siendo una teoría de la lógica expresaría también la propia estructura de la realidad.
Además, así como un hecho atómico o estado de cosas [
Sachverhalt] es una conexión entre cosas, una proposición atómica será una conexión entre palabras. Asimismo, dichos objetos o cosas son pasibles de ser nombrados por medio de las palabras, id est, que se da una relación entre las palabras y las cosas, de manera que las proposiciones atómicas representan hechos atómicos y, de este modo, constituyen una imagen [
Bild] de la realidad. Esto funda la idea de la teoría REPRESENTACIONAL/FIGURATIVA DEL LENGUAJE. Y, puesto que "la totalidad de las proposiciones es el lenguaje" (§ 4.01), éste será una suerte de mapa de la realidad. En cuanto a las proposiciones atómicas, las hay de tres clases:
1) Las que representan hechos atómicos: son aquellas que forman parte del lenguaje significativo [sinvoll], v. gr., "Sócrates es mortal". Dichas proposiciones, en tanto que se refieren a hechos, son contingentes y, eo ipso, susceptibles de ser verdaderas o falsas.
2) Las que no representan hechos atómicos: son aquellas que no pertenecen al lenguaje significativo o con sentido [
Sinn], es decir, que carecen de significación. Se subdividen a su vez en:
2.1.) Sin sentido [
sinnlos]: v. gr., "Sócrates es Sócrates". Aquí están incluidas todas las tautologías y contradicciones, de modo que estas proposiciones serán siempre verdaderas las unas y siempre falsas las otras, aunque de un modo bastante distinto que las anteriores; puesto que "no representan ningún posible estado de cosas" (§ 4.462). Por ello, las proposiciones sin sentido no serán, en rigor, auténticas proposiciones, ya que "pertenece a la esencia de la proposición poder comunicarnos un sentido nuevo" (§ 4.027).
2.2.) Absurdas o insensatas [
unsinnig]: v. gr., "Sócrates es idéntico". Es claro que estas proposiciones no pueden ser ni verdaderas ni falsas, sino absurdas. Estas tampoco son proposiciones en sentido estricto, sino que se trata de pseudoproposiciones [
Scheinsätze].
Ahora bien, el lenguaje se constituye sobre la realidad, el mundo. Por lo tanto, los límites del lenguaje serán los límites del mundo. Y si ocurre que el lenguaje natural tiende en ocasiones a rebasar dichos límites, ello se debe a que es imperfecto. De ahí que Witt proponga encontrar en el lenguaje una estructura lógica que constituya su esencia. Dicha estructura lógica será el lenguaje ideal [pretensión neopositivismo que nunca pudieron hacer ni Frege, Wittgenstein, ni Russell, ni Carnap].
Pero sucede que las proposiciones mediante las cuales se describe la estructura lógica del lenguaje no son ni proposiciones significativas ni sin sentido, sino absurdas. Eliminamos de un plumazo el metalenguaje. Así, el Tractatus todo no es más que una escalera para acceder a cierta visión correcta del lenguaje y del mundo; pero es necesario "arrojar la escalera después de haber subido por ella" (§ 6.54). De esta manera, "lo que se muestra en el lenguaje no podemos expresarlo [
ni decirlo] nosotros a través de él" (§ 4.121). De ahí que la tarea propia de la filosofía no sea un decir respecto del lenguaje sino un dilucidar el lenguaje.
Y es que para Wittgenstein, según ya se dijo, el lenguaje sólo es capaz de expresar hechos y, por ello mismo, los límites del mundo vienen a coincidir con los límites del lenguaje y viceversa. De modo que ir más allá de los límites del lenguaje implica ir más allá de los límites del mundo. De ello resulta que "el sentido del mundo tiene que residir fuera de él" (§ 6.41) y, por añadidura, fuera del lenguaje significativo, es decir, del lenguaje con sentido, nuestro lenguaje común. Recordemos que, según esta visión del lenguaje, "una proposición sólo puede decir cómo es una cosa, no lo que es" (§ 3.221).
Ahora bien, que algo esté fuera del mundo, que sea inexpresable, no implica que no exista sino que, muy por el contrario, "lo inexpresable, ciertamente, existe. Pero solo se muestra, es lo místico [
das Mystische]" (§ 6.522). Pero si "lo místico" no puede expresarse por medio del lenguaje sin caer en proposiciones absurdas, ¿de qué modo podemos tener un cierto acceso a él? El propio Wittgenstein nos dará alguna ayuda al afirmar que "no cómo sea el mundo es lo místico sino que sea" (§ 6.44). Es que la pregunta acerca de cómo sea el mundo es una pregunta que tiene una respuesta, aunque la ignoremos. La respuesta es una respuesta acerca del mundo, intramundana y, en último término, científica, puesto que no pasaría de ser una mera descripción de estados de cosas, de hechos. Pero que el mundo sea es algo propio de otra naturaleza. Para poder o mejor dicho intentar explicarlo, deberíamos situarnos fuera de todo el mundo, es decir, rebasar los límites del lenguaje significativo, metaforizar, hacer poesía, mitos, metafísica... Eso que había sido denostado a lo largo de toda la historia de la filosofía.
Y es que esta concepción wittgensteiniana de "lo místico" viene a coincidir con la pregunta filosófica por excelencia, la célebre pregunta leibniziana acerca de por qué hay ente y no más bien nada. Por este motivo, Wittgenstein nos dice que "respecto a una respuesta que no puede expresarse, tampoco cabe expresar la pregunta" (§ 6.5).
Todo lo dicho hasta aquí nos sirve para entender por qué Wittgenstein llega a sostener que el método correcto de la filosofía sería propiamente éste: no decir nada más que lo que se puede decir, o sea, proposiciones de la ciencia natural pero quien quisiera decir algo metafísico, probar que en sus proposiciones no había dado significado a ciertos signos. Este método le resultaría insatisfactorio -no tendría el sentimiento de que le enseñábamos filosofía-, pero sería el único estrictamente correcto. De ahí que Wittgenstein concluya el Tractatus con la famosa frase que sentencia:
Wovon man nicht sprechen kann, darüber muß man schweigen. [De lo que no se puede hablar hay que callar.] (§ 7).