viernes, 28 de marzo de 2008

Tamerlano dramático de verdad...





Queridos lectores hago un parentesis breve con Salome (no os preocupeis, os volveré a rallar esta noche, jejejeje...) y es que Domingo acaba de estrenar Tamerlano, la ópera más "teatral" de G.F.Haendel, y por lo tanto a D. Placido esto le va que ni pintado, a pesar de no ser un cantante barroco segurísimo que hará una prestación de gran nivel como siempre que hace algo,,, Hay que resaltar que las funciones se grabaran en DVD (para el sello OPUS ARTE) y se retransmitirá por RNE el día 1 de Abril.

Ahora os dejo con las críticas del ABC y de EL PAIS:

CRÍTICA: ÓPERA 
Plácido barroco 
J. Á. VELA DEL CAMPO 28/03/2008 

Vota Resultado 18 votos 
De desembarco barroco en Madrid se puede hablar, con las representaciones de Tamerlano, de Händel, en el Real desde el miércoles, con Plácido Domingo de padrino de excepción, y Bajazet, de Vivaldi, escuchada ayer en versión de concierto con Fabio Biondi de maestro de ceremonias. Las dos óperas versan sobre el mismo tema y tienen idénticos personajes. La ópera barroca se impone y eso, mal que les pese a algunos, es un signo de normalización en la actividad de un teatro, pues el mundo lírico tiene ya cuatro siglos a sus espaldas y cada época, cada estilo, debe tener su oportunidad. Es cuestión de equilibrio. 

La estrella, en cualquier caso, de esta oleada se llama Plácido Domingo. Haga lo que haga, cante lo que cante, se convierte en el foco de atención. Cuando, hace ya unos añitos, comenzó su travesía wagneriana se armó un revuelo considerable. Ahora es indiscutible en ese repertorio hasta en el mismísimo Bayreuth. Hace un par de años asistió allí de incógnito a una representación de La walkyria, y al ser descubierto en la sala recibió la mayor ovación de la noche. Fue precisamente en uno de los intermedios de aquella representación cuando hablé con él por primera vez de Tamerlano. Lo tenía muy claro. Su intención era terminar su apabullante carrera incorporando tres nuevos personajes. El de Händel era el primero. Después será el turno de El retorno de Ulises a la patria, de Monteverdi, y, para concluir, Simon Boccanegra, de Verdi, en el papel de barítono. Reconozco que no me sorprendió. Domingo se conoce muy bien a sí mismo y sabe lo que puede cantar mejor en cada momento. El barroco era quizás su única asignatura pendiente, y Verdi es uno de sus grandes amores, del que ha grabado toda su obra para tenor. En cuanto al estilo barroco, era cuestión de estudio. Domingo se puso el traje de la humildad y empezó a trabajar sin descanso en una demostración de responsabilidad. 

El Real, que se ha apuntado el tanto del estreno, ha puesto alrededor de Domingo un elenco de especialistas. En primer lugar, Paul McCreesh, al frente de una Sinfónica de Madrid, reforzada en el continuo por Benjamín Bayl y Joseph McHardy al clave, por Christopher Buckling al violonchelo y por Jorgen Skogmo a la tiorba. La orquesta sonó bien, aunque con un punto de languidez en el primer acto. Con una lectura más contemplativa y camerística que teatral, pero con despliegue de matices y sobre todo estimulando la creación precisa y poética de una atmósfera barroca. A las voces hubo que irse adaptando, especialmente en el caso de Monica Bacelli, de escaso volumen, pero también a la de la exquisita Sara Mingardo e incluso a la más incisiva de Ingela Bohlin. Las apariciones de Plácido Domingo añadían un punto de fuerza, de temperamento, y el conjunto se beneficiaba de ello. La gran Leonie Rysanek se lamentaba en cierta ocasión de la falta de "personalidades indiscutibles" en el mundo de la lírica actual. Domingo es una de las escasas excepciones. Su presencia en escena lo cambia todo. Y se produce la paradoja de que debiendo ser en Tamerlano el invitado por su falta de práctica de este repertorio se convierte en el anfitrión. Vivir para ver, y para asombrarse. 

Tengo a Graham Vick como uno de los directores de escena más interesantes del mundo anglosajón. Sus trabajos en Birmingham o el interrumpido Anillo wagneriano de Lisboa son investigaciones profundas en el tratamiento espacial y en el juego participativo-conceptual. Tamerlano es una de las puestas en escena más previsibles que yo recuerdo de él. Se deja ver estéticamente con agrado y tiene oficio, pero su peso dramatúrgico es limitado y no alcanza el punto de genialidad de sus propuestas más osadas. Lo cual no quita que sea una puesta en escena al menos atractiva.

FUENTE: EL PAIS

--------------------------------------------------------------------------------

«Tumulti dell´ alma» 
ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE 
ÓPERA 
«Tamerlano» 
Música: Haendel. Int.: M. Bacelli, P. Domingo, I. Bohlin, S. Mingardo, J. Holloway, L. De Donato, Orquesta Titular del Teatro Real. Dir. escena: G. Vick. Dir. musical: P. McCreesh. Lugar: Teatro Real. Fecha: 26-03-08 
A Plácido Domingo le gusta sufrir. Lo ha hecho al lado de más de un centenar de personajes representados sobre el escenario. Y aún sigue en ello. Podría descansar, que para algo ha de servir la experiencia y la madurez, pero, muy al contrario, sigue recalcitrante mientras atraviesa la larga senda de la veteranía. En un golpe de efecto ha decidido ahora hacer suya la tragedia del sultán otomano Bayaceto, al que acaba de dar vida bajo el nombre de Bajazet, tal y como aparece en «Tamerlano», la ópera de Haendel que ayer se estrenó en el Teatro Real. 
No hay duda de que el reto asumido por Domingo es meritorio. Supone mirar al Barroco, un espacio/tiempo que cualquiera, en buena lid, creería alejado de su naturaleza. Que, además, lo haya hecho en Madrid, es una deferencia que le añade interés a una de las temporadas más sugerentes de cuantas se han realizado en la corta historia del moderno Teatro Real. Visto así, quizá la noticia de hoy sea la actuación ayer de Domingo. Pero no sería justo que todo quedara reducido a este hecho, al fin y al cabo algo de complejidad tiene el mundo de la ópera. 
Especialmente ante este «Tamerlano» frente al que caben dos modos de observación: desde la totalidad o en el detalle. Y de fijarse en este se observará que cabe reducirlo a una reunión de contrarios. Desde el mismo arranque fue evidente. De manera singular en este momento pues fue cuando se manifestó la dificultad de la Orquesta Titular para alcanzar un sonido convincente, obligada por Paul McCreesh a restaurar lo que le es ajeno. Tanto como para que la entrada de las flautas barrocas en el aria «Deh, lascatemi il nemico» convirtiera al conjunto en algo demasiado contradictorio. Luego el oído se hace a todo, se toca con más aplomo, se pone más interés en el fin que en el medio, y la obra adquiere un pálpito interesante. «Tamerlano» se hizo más consistente. 
En el caso de las voces la senda fue similar. Domingo con voz grande, convenciendo que lo heroico no había de llegar por la pulcritud en el acabado, agilidades incluidas, sino por una elocuencia expresiva que le es más cercana. Encontró su mejor baza en la angustiada «A suoi piedi padre esangue», pues ahí importó el trazo largo, el «fiato», pudiendo recrearse en cierta agógica que ni la enfurecida «Empio, per farti guerra», ni la cuadratura de McCreesh ante lo ágil, le permitió. Lo curioso fue comprobar la diferencia de presencia y estilo entre el tenor y el resto del reparto. Voces pequeñas (la de Luigi De Donato, en una noche poco afortunada ha de quedar fuera) que necesitaron su tiempo para calentar, pero voces todas ellas de buena afinación, limpieza en los adornos y cuidado en la transcripción de los afectos. 
Sara Mingardo la primera, pues su Andronico tuvo encanto desde la cariñosa y cálida «Bella Asteria», que marcó el verdadero inicio de la obra, hasta otras arias de mayor lucimiento, a la cabeza «Benché mi sprezzi l´idol che adoro». Monica Bacelli le puso voz al protagonista, comenzando con la voz muy atrás y resolviéndolo en el desarrollo de la obra con soltura escénica y gusto. Lo tuvo también, aunque con mayor superficialidad Jennifer Holloway, en el papel de Irene, e Ingela Bohlin, quien manifestó en la primera y delicada aria de Asteria, «Se non mi vuol amar», algunos sonidos fijos y cierto desgarro en el registro agudo que fue templando poco a poco. 
También con paso decidido este «Tamerlano» caminó hacia espacios más firmes. Tiene la suerte de estar guiado por el trabajo escénico de Graham Vick, quien recrea un esteticismo ordenado, pulcro y minucioso en el detalle, que se abre una nueva amplitud que trasciende inteligentemente el sentido original de ópera de interiores. Posiblemente hay una coherencia de fondo entre la serenidad que observa la vista y la ancha temporalidad de la obra, sin que esto niegue la presencia de momentos visualmente poderosos: ya puede ser el arranque con Bajazet oprimido por un globo (mundo) que sujeta un inmenso pie, ya el interior del mismo convertido en el dorado trono de Tamerlano, ya el agujero negro que acaba siendo la puerta hacia el Averno por donde se perderá Bajazet. 
No importa. Para entonces la representación deja de llamar la atención por sus detalles. Domingo muere con la resolución y el convencimiento escénico de quien tanto ha sufrido. Los demás asisten y asienten en un «lieto fine» cantando con encantadora igualdad. Paul McCreesh le encuentra efusión a una orquesta que suena con cierto atractivo. Y «Tamerlano» se convierte en una ópera de posibles. Tiene mérito, no hay duda.

FUENTE: ABC

5 comentarios:

Horacio Heredia dijo...

¡¿Pero qué pasa?! ¿Es que Don Plácido realmente puede cantarlo todo?

Arsace dijo...

Siiiiiiii, acaso lo dudabas???

VIVA DOMINGO!!!!

Agatarco dijo...

Placido hace lo que puede, lo peor son los periodistas que de repente descubren que existe Tamerlano y que en esa opera solo esta Placido. Si no estuviera el, la opera seguiria desconocida para la mayoria, y en el Real hubieran hecho otra opera mas.... Ahora llega Placi y parece que solo el debuta y solo el canta, aparece en las noticias y todos hablan de el... no logico.
Sabeis la cantidad de dinero que ha empleado para hacerse esta publicidad????? es marketing.
El puede, y mira que bien le viene jajjaaaaa

Arsace dijo...

Muchos millones invertidos, pero claro si graban un DVD y sirve para que Haendel sea más conocido pues para mi estupendo. Lo mismo ha pasado con un montón de óperas que un artista X ha rescatado...

El problema es la gente que crítica solo a Placido por eso, mientras que muchos lo hacen, esos son los pseudo-ortodoxos... Que los hay en exceso...

Bueno, seguro que Plácido se rie de todos los que "creen" reirse de él, juas, juas, juas

Dame dijo...

Está claro que la recepción de una interpretación es muy relativa, no sólo depende de la actuación del intérprete sino también de la actitud del oyente.
Se ha criticado mucho a Plácido, en mi opinión estuvo flojo, pero sin duda hubo interpretaciones lamentables que a penas se comentaron.
Respecto a la puesta en escena, me pareció original. Y sobretodo, un gran acierto enfocar en diversas ocasiones a la orquesta y esos maravillosos instrumentos del barroco que a penas se conocen.
Sin duda alguna, sigamos deleitándonos co la ópera!

Un saludo!