sábado, 6 de octubre de 2007

La Invarianza de la segunda naturaleza de la música...

Queridos lectores, este texto me lo proponía el amigo Larrel, para que lo comentara un poco. Adorno es un pensador altamente interesante y sugestivo, pero quizás su pecado se encuentra en su lenguaje, que no es accesible a pesar de ser Frankfurtiano y pretender hacer accesible para todos la cultura y su consiguiente crítica.

"Su invarianza ha sedimentado como una segunda naturaleza. Ella es quien dificulta tanto a la conciencia la despedida de la tonalidad. Pero la nueva música se apoya en la apariencia de una tal segunda naturaleza. Las fórmulas coaguladas y su función las elimina por mecánicas. Sin embargo no es la semejanza con el lenguaje en general, sino sólo la cosificada, la que abusa del elemento singular como si fuese una ficha, un portador descualificado de significados subjetivos no menos petrificados. También musicalmente se corresponden subjetivismo y cosificación. Pero su correlación no transcribe de una vez por todas la semejanza de la música con el lenguaje. Hoy, la relación entre lenguaje y música se ha hecho crítica". (Th.W. Adorno: Música, Lenguaje y su Relación)

Este textito pertenece a uno de sus textos capitales de Filosofía de la Música (género filosófico que un día necesitaría de un buen post): Música, Lenguaje y su Relación.

En este texto expone todo el problema conceptual surgido desde la aparición de nuevos lenguajes estéticos en un arte tan conservador como es la música. Y es que el problema se encuentra que la desaparición de la tonalidad fue un verdadero trauma para el músico, y costó verdadera sangre mover la estructura, ya que lo que denomina el traductor invarianza, no es otra cosa que el sentimiento burgués conservador musicalmente hablando –no olvidemos que Adorno pertenece a una corriente neo-marxista de pensamiento-, que ha sedimentado a través de cuatro siglos de tonalidad, la segunda naturaleza de la música basada en un inmovilismo que genera problemas latentes en al historia de la estética musical. Pero atención, Adorno advierte que la nueva música -de Schönberg en adelante- se estructura en torno a lo mismo, aunque a priori sea rupturista. “Las fórmulas coaguladas y su función las elimina por mecánicas”, advierte Adorno, viendo el problema desde el serialismo de Weber, que sin duda llevaba a cierto matematicismo y cientifización in extremis. Porque desde la óptica de Adorno no se busca una “abstracción” de la música sino una naturalización de la música para convertirla en un lenguaje mas cercano y no en un arte subjetivo, entendible exclusivamente por el compositor y sus amigos, ya que esto coarta mucho la posibilidad de hacer un arte accesibles, y a la vez no mediatizados como sería paradigmáticamente el arte de vanguardia durante toda la segunda mitad del siglo XX, un arte de minorias que es impuesto a la mayoría sin entenderlo como un producto cultural. Otro peligro es de la cosificación, la objetualización de la música y su correspondiente museización, lo cual sería realmente peligroso –y personalmente yo atisbo ya como una realidad en el siglo XXI- porque volvería a favorecer esas ideas historicistas estéticas, casi kantianas que nos pueden llevar al más potente etnocentrismo y egoismo talibánico estético-. Adorno concluye que la problemática se encuentra en que la música actual no es capaz de alzarse como un lenguaje capaza de ser comprendido, vivido, la música se ha vuelto como una metafísica creativa -recuerdese a Platón, quien domino la estética hasta bien entrado el siglo XVII-, ha abandonado el matiz necesario para convertirse en algo accesible, es ahora un ente alejado del mundo. Hay que buscar humanizar a la música a través de un lenguaje que sea asimilable por el resto de personas que vaya a disfrutarlo para Adorno.
En mi opinión es un problema muy común hoy por hoy, y una de las cuestiones claves de la estética de la música contemporánea. Es casi una discusión bizantina, aunque parece que músicos y estetas no van a dar su brazo a torcer. Más que nada porque ambas facciones son altamente talibánicas y encima los musicólogos se meten por medio a dar caña a las facciones implicadas…
Y vosotros que pensais intelectualismo o lenguaje accesible??? (Se admiten todo tipo de opiniones sobre el tema, en los comentarios)

Del mismo modo espero que Larrel tenga las cosas más claras con respecto a Adorno -que al principio es un poquitín pesado y duro de leer, yo lo hice por primera vez a los 16 años, locura total !!- y que mi comentario sirva para aclarar y no para enmarañar, como suele ser común en filosofía. Decía un profesor muy querido, que una persona normal necesita un café para discutir una cuestión, y nosotros todo un aparato de ornamentación, escolasticismo y conceptualización de 620 páginas para tratar la misma cuestión. Problemas de ser filósofo, que te “rallas” por todo… Y mañana o esta noche (no se cuando estará subido), Pelleas et Melisande, versión Abbado, algo para desestresarse y entregarse a la ingenuidad Debussyniana…

1 comentario:

Albert dijo...

Así que en este párrafo viene a decir exactamente lo mismo que en las páginas siguientes, ¿no? Sólo que de manera más inexplícita para los neófitos, y de manera explícita y sintética para los que entienden.
Muchísimas gracias por tu respuesta, Arsace. Ahora tengo un poco más claro su planteamiento.

A modo de respuesta a lo que planteas diré lo siguiente: ¿es que el intelectualismo está reñido con el lenguaje accesible? Que algo sea más "fácil" no significa que sea más burro o simple a la fuerza.
Por otro lado, en el último tercio del texto, Adorno separa dos tendencias: la tendencia a la pura forma musical, sin aleatoriedad (con su subsecuente pérdida de naturalidad), o la de la música sin forma, un todo abstracto. Como él ya dice, creo que la gracia del asunto está, como casi siempre, en el equilibrio. La música es intención, es forma, y es emoción irracional. Y por eso mismo, negar cualquiera de estas cosas, produce entidades medio vacías, que no son completamente satisfactorias.
Así que del mismo modo que ambas corrientes viven juntas, con innumerables mezclas de por medio, lo mismo puede pasar con la intelectualidad y la facilidad. Ambas pueden coexistir, y no creo que nadie se pueda quejar de ello si los productos que se producen son verdaderamente buenos. Ahí queda Dvorák, símbolo de la facilidad con su sinfonía del Nuevo Mundo, y Stockhausen y su casi-biblico Licht.
Gracias de nuevo, y que paseis un buen día.