Queridos lectores, hoy le dedico el post a mi compañera de coro Vito. A veces la gente se interesa –como ella ha hizo ayer en el FB- en alguien que duerme en el silencio de los justos y que solo sale por la noche como las almas errantes en círculos académicos. Como en este blog me ha dado por intentar ser un pequeño Dr. Von Frankenstein y resucitar a viejos cadáveres musicales, hoy voy a hacer lo propio y adentrarme en su obra más “oscura” de él la que mejor le representa, pareciendo que ha impregnado de su psique esta ópera. Este personaje que hoy os presento es digno de película, y de un buen análisis, lástima que no frecuentase al Dr. Freud, como otros tantos, porque el pobre no pasó una vida “perfecta”, aunque para ello estaba destinado. Se trata de Siegfried Wagner. Cuando conocí la obra de Siegfried Wagner, tan solo tenía 14 años. Y he de reconocer que fue la radio quien retransmitió Sonnenflammen y me la tragué entera. Antes más me fascinaba su obra totalmente, hoy comprendo porque está olvidada, por naïf, por kitsch y por cursi. Aun así me daría cierto morbo intelectual poner en escena cualquiera de sus obras. Todas impregnadas de guiños hacía su vida personal, sus pequeños traumas y sobre todo el gran esfuerzo por obviar EL NOMBRE DEL PADRE.
Nacido en Triebschen el seis de junio de 1869, “Fidi”, fue el tercer hijo de Richard Wagner y Cósima (Listz/ von Büllow) Wagner. El propio Wagner diseñó una educación digna de un principe siendo su maestro el joven y brillante Dr. Nietzsche. Afortunadamente esto nunca llegó a cumplirse y Siegfried se criaría con bastantes miramientos, hasta su viaje de ausbildung por España, africa y asia junto con su gran amor de adolescencia, el compositor británico Clement Harris en 1892, según investigaciones recientes del Prof. P.P.Pachl -que enfadaron a los sectores más rancios del wagnerianismo-. La trágica muerte en manos de los turcos marcaría aun más su carácter retrotraido y tímido, años más tarde. Dejó la arquitectura por la música y en 1894 debutó en Bayreuth como asistente de Felix Mottl y Hans Richter. Y en 1908 tomó el relevo en la dirección artística del Festival.
Su madre Cósima, hizo caso omiso a las inclinaciones sexuales de su hijo y le obligó a asegurar la dinastía, para que en el futuro lo sucediera en la herencia del festival. La llegada al festival de la huérfana inglesa Winifred Williams adoptada por los Klindworth –las reduccions para piano de Karl son aun hoy las mejores- fue providencial. Aquella joven de 17 años era la candidata ideal y la boda se efectuó en septiembre de 1915, "Fidi" tenia 46 años y "Winnie" 18. Pronto la pareja tuvo cuatro hijos: Wieland Wagner (1917-1966), Wolfgang Wagner (1919-) , Friedelind Wagner (1918-1991) y Verena Wagner (1920-). Lo cierto es que él nunca la quiso, era una mujer altamente destructiva y que le anulaba por completo.
En 1923, Adolf Hitler visita el festival para mostrar sus respetos a la familia Wagner, escuchar obras de su compositor favorito y encontrarse con el historiador y teórico inglés Houston Stewart Chamberlain -otro gran racista-. En 1924, regresa a presenciar El anillo del nibelungo y a fortalecer relaciones con la familia. Así comienza la “oscura historia”, que tan fenomenalmente nos cuenta Gottfried Wagner en su libro “Quien no aulla con el Lobo…” En 1930, cuatro meses después de la muerte de su madre, Siegfried murió de un infarto cardíaco en Bayreuth siendo sucedido por su viuda Winifred Wagner, con nefastas consecuencias para el festival por su fanática asociación con Hitler y el nacionalismo. Así Winnie firmaba la sentencia de muerte de la obra artística de su marido…
La obra de Siegfried ha sido rescatada por el PERSONAJE ARTÍSTICO que es el Prof. Peter P. Pachl, musicólogo y regisseur, altamente conocido por sus interpretaciones provocadoras –y bien fundamentadas- de la obra y vida siegfriedwagneriana, con las que yo suelo comulgar. Especialmente con las tesis de la homosexualidad, que se esboza clarísimamente tras una lectura de sus diarios y su autobiografia, así como en la proyección de su impresionante neurosis en su obra a través de recurrentes temas fetichistas relacionado con el incesto, la madre, los “niños muertos”, el infanticidio o los amores prohibidos, etc. Lo cual, viene aun más fundamentados en cada artículo o notas al programa que puede escribir el profesor Pachl.
Musicalmente nos encontramos con un autor de una gran sensibilidad. Sin lo visionario de su padre, ni la capacidad técnica de sus contemporáneos Zemlinsky y Schreker, su obra no llega a dar el salto a post-romántica totalmente, sino que se queda a priori en un romanticismo alla Humperdick. Sus recursos se fundamentan en el delicado tratamiento de las cuerdas y maderas, en el peso de los metales y sobre todo en una apariencia de liviandad frente algunos trabajos de su padre. Parece que en su composición a parte de una preferencia por los temas macabros y eróticos-parafílicos, se quisiera maquillar con una música aparentemente bella, y sobre todo con unos finales de redención, lo que le hace separarse de Richard Strauss, o los anteriormente mencionados.
Si tuviésemos que señalar una ópera de su producción yo me quedaría con El reino de los cisnes negros (Schwarzschwanenreich). Estrenada en 1910, es la más macabra de sus óperas, que se fastidia con un final sensiblón totalmente mediocre, que tira por el suelo la actitud dramática de dos actos y un prólogo. La ópera gira en torno a las supersticiones del llamado Reino de los Cisnes Negros, un lugar en el bosque donde se sacrificaban los niños al diablo. Poniendonos en antecedentes, Hulda la protagonista, había matado a su hijo ilegítimo y lo había enterrado en lo más profundo del bosque. La culpa –primer elemento importante y altamente relacionable con la vida de “Fidi”- le atormenta, pero ella sueña con un príncipe azul el cual a través de su amor le redima de su pecado.
Musicalmente no tiene desperdicio. El bellísimo preludio hiperdescriptivo, nos cuenta los antecedentes, que hemos relatado. La pregunta llega cuando nos preguntamos ¿Cómo matar a un niño ilegitimo puede ser tan bello? Pues ahí está la clave de todo este asunto. Al principio se nos presenta una cierta completitud erótica de Hulda, a través de las cuerdas con los primeros acordes, una especie de ensoñación con la que el propio Siegfried Wagner quiere librarla de culpa, el pacto con el diablo no es tan grave parece decirnos, y acto seguido entran en juego primero las maderas y justo después los metales, para comenzar un tema en el que Hulda se muestra totalmente candorosa a través del bosque, donde en un juego las flautas y oboe hacen la brisa y en pianissimi enseñan los rayos del sol, creando la atmosfera. La música parece desvanecerse, cuando aparece el leitmotiv del diablo a través de una serie de modulaciones, entrando gracias a los metales y las cuerdas graves, que luchando con el resto de la cuerda se imponen. Es la seducción del mismísimo de diablo. El leitmotiv de Hulda se rompe, y entonces poco a poco va apareciendo la culpa, que se entremezcla con las cuerdas que tocan la completitud de Hulda apoyados por las maderas. El doble rostro del diablo –cogido del recurso del Venusberg de su padre- se manifiesta cuando comienzan a entremezclarse los dos motivos, dando lugar a un acellerando y una modulación que anticipa el asesinato del niño, del hijo del diablo, son las cuerdas las que crean esa terrible sensación, que se sosiega otra vez en los brazos del mismísimo diablo, con el mismo leimotiv del principio, un momento cristalino del olvido, para desvanecerse como la música en lo más profundo del inconsciente. Porque sin demonio o con demonio el crimen lo cometió ella y eso es lo que retornará a lo largo de la ópera.
Aquí os dejo una grabación de este preludio, escuchadla y contadme…
Os prometo que otro día os pondré la ópera completa aquí para que la disfruteis, ok??? Pues espero que os haya gustado, y que a partir de ahora escucheis algo a Siegfried Wagner, que aunque kitsch y algo naïf a veces es sumamente interesante...
1 comentario:
Yo soy muy ñoño; a mi me ha gustado mucho. Gracias por postearlo.
Publicar un comentario